“Lo viejo funciona, Juan”, se escucha en El Eternauta. Y lo sentimos también cuando una serie, un envase o una canción nos devuelve a un lugar conocido. Lo retro no es pasado: es refugio emocional.
La nostalgia como puerta de entrada
Hay publicidades que no sólo comunican un mensaje, sino que despiertan algo más profundo: un recuerdo. Una canción que escuchábamos en la infancia, una tipografía que remite a los envases de los 90, un personaje que nos acompañó en nuestra adolescencia. Todo eso nos transporta directo a ese momento donde todo parecía más simple.
No es casual. Las campañas que apelan a lo nostálgico están generando buenos niveles de engagement, especialmente en redes sociales. Donde la atención es fugaz y la competencia feroz, apelar a los recuerdos compartidos se convierte en una forma poderosa de destacar.
¿Por qué funciona?
Porque el marketing de nostalgia no vende sólo un producto: vende una sensación, una experiencia.
Esa sensación de “eso que era mío”, “eso que era nuestro”.
La neurociencia lo explica: las emociones ligadas a nuestros recuerdos personales activan zonas del cerebro asociadas al placer, la seguridad y la sensación de pertenencia. En marketing, esto se traduce en una mayor apertura emocional frente a mensajes que apelan a lo conocido y lo afectivo.
En un mundo atravesado por la incertidumbre —económica, social, ambiental— lo familiar se convierte en ancla. Apelar a los recuerdos, a lo conocido, a lo que nos dio seguridad en otros tiempos, no es sólo una tendencia: es una estrategia que conecta profundamente con las audiencias.
Por eso no sorprende el regreso de estéticas de los 80 y 90, los jingles de siempre o los productos con packaging retro. Este enfoque, conocido como vintage marketing, utiliza elementos del pasado no sólo como un guiño nostálgico, sino como una herramienta estratégica para generar cercanía, confianza y conexión emocional con las audiencias.
Las marcas que logran tocar la tecla adecuada en la memoria colectiva no solo destacan: conectan.
Y en esa conexión, construye confianza, empatía y recordación. No se trata de romantizar al azar algo antiguo, sino de resignificar. De elegir qué parte del pasado vale la pena traer al presente para construir marcas más humanas, cercanas y memorables.
En Mediatica, exploramos estrategias que conectan con los usuarios
Porque las marcas que emocionan, son las que dejan huella.